miércoles, 26 de mayo de 2010

La jerarquización de la humanidad en el origen de la tragedia


El documental “Historia del Racismo: El poder del dinero” es el primero de una serie de tres documentales producidos por la BBC Four y dirigidos por David Okuefuna. En esta entrega se enlaza la construcción del concepto de “superioridad” e “inferioridad de raza”, con los intereses económicos detentados por las potencias europeas a lo largo de los últimos siglos.

Por Andrea Amarillo

Los episodios más trágicos de la historia reciente de la humanidad permiten afirmar que el racismo es una de las formas de segregación que contó con mayor número de adeptos y alcanzó las conceptualizaciones más sofisticadas. El documental de Okuefuna se propone localizar los orígenes de la clasificación de la humanidad en “razas”, algunas consideradas como “superiores” y otras “inferiores”, que formó (y en muchos casos aún forma) parte del sentido común de la mentalidad occidental durante más de quinientos años y justificó la esclavización colonial y matanza de poblaciones enteras.

De este primer episodio se desprende que el racismo resultó funcional al Modo de producción capitalista durante siglos y que fue alimentado por innumerables corrientes de pensamiento. Incluso, pese a que en siglo XIX el derecho abolió la esclavitud y reconoció la igualdad entre todos los pueblos, en los hechos, la segregación y discriminación siguieron existiendo. En el film, los testimonios de expertos se cruzan con los archivos y documentos de época; los grabados y pinturas retratan la crueldad desatada, y las reflexiones siguen una cadena que logra llegar al corazón de un concepto de desigualdad que se tradujo en una serie de historias lamentables.


La ciencia moderna como legitimadora de las inequidades

El iluminismo aparece en el documental como un ejemplo de esta ambigüedad en torno de la supuesta falta de jerarquías en la raza: si bien Immanuel Kant fue el primer propulsor de la declaración universal de los derechos humanos, la Ilustración consideraba a los portadores de valores occidentales y cristianos (burgueses) como una “vanguardia iluminada”, que debía tutelar a las naciones y hombres inferiores hasta que incorporaran estos parámetros europeos. La igualdad de derecho no acompañó a la de hecho en esta lógica etnocétrica: todos somos iguales, pero algunos más iguales que otros. La división de la especie en razas seguía vigente.

Durante dos siglos, las teorías científicas abonaron las diferencias. Claros ejemplos son aquellas que se desprenden del positivismo, como el darwinismo social, la frenología desarrollada por Lombroso o la eugenesia, que sostenían que ciertas características físicas o “raciales”, generalmente las ligadas a poblaciones pobres o históricamente excluidas, señalaban “menor aptitud” o “peligrosidad criminalística” biológica. Es decir, se naturalizaba la marginación y se criminalizaba la pobreza.


El movimiento positivista extremó y difundió también la noción de nacionalismo, un invento imperialista para cerrar fronteras, para marcar la diferencia con el “otro”. El positivismo se diluyó, cuando el progreso e imperialismo de las naciones que propugnaba, llevó a la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, condimentadas por el horror del holocausto (también sustentado por muchas de sus ideas).
Pese al “mea culpa” posguerra, la marca y clasificación de las diferencias, siguió amparando la dominación del hombre por el hombre, pero ahora en términos más sutiles. David Okuefuna nos obliga a revisar si las actuales cruzadas antiislámicas o la legitimación de las intervenciones contra ciertos Estados no es un eco de aquello que Rudyard Kipling, a principios del siglo XX, establecía como “La carga del hombre blanco”: la tarea de llevar sobre sus hombros la responsabilidad “civilizatoria” de todo el resto de la humanidad, cueste la sangre que cueste.


HISTORIA DEL RACISMO. El poder del dinero (6 partes):





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