lunes, 21 de junio de 2010

África, el infierno terrenal

El dolor es una constante en África. A pesar del común de la dura realidad, al continente no se lo puede analizar desde un solo ángulo y sin un contexto histórico.

La tragedia africana data desde la trata de personas que las potencias europeas realizaban para reclutar esclavos, el colonialismo que sometió al continente durante siglos, hasta llegar al flagelo de la dependencia por el que tienen que pasar las naciones africanas -atadas a deudas con organismos monetarios internacionales-, que no les permiten aspirar a una salida del subdesarrollo.

Las guerras internas que viven varios países del continente hoy en día, entre tribus del mismo país pero de distintas raíces, es una muestra de lo que Europa planeaba a la hora de delimitar las fronteras. El desgaste que genera una lucha constante entre ciudadanos de un mismo lugar no genera más que un retraso en el desarrollo de la región.

Así es que África posee distintas regiones con diferencias bien marcadas y cada una con una problemática singular.

Un continente. Demasiados y distintos problemas.

En el norte, la religión islámica es la predominante y grupos terroristas están aprovechándose para acumular seguidores y desestabilizar la región. Así es como el Al Qaeda del Magreb Islámico ha realizado ataques en Argelia.

El golpe de Estado que sufrió Mauritania también posee raíces del Movimiento Jihadista.

Libia, a través de Muammar al Gaddafi, quién también está preocupada por la oleada de grupos terroristas, se destaca por generar acuerdos económicos y diplomáticos con occidente en busca de convertirse en el líder de la región del Magreb, la más próspera del continente, ante el mundo.
En África occidental, lo más resonante son las luchas de los rebeldes en Costa de Marfil, dominada en el norte por grupos armados y al sur por su gobierno, y en el Delta del Niger, donde la tribu Tuareg combate con el ejército formal por la explotación de las minas de uranio. El resto de la región vive una relativa paz, pero se encuentra inmersa en una corriente de regímenes militares seudodemocráticos. También, en el último tiempo ha ido aumentando la preocupación por la penetración del narcotráfico latinoamericano que usa de escala puertos africanos en sus viajes a Europa.

La zona este y del cuerno africano, representa la coyuntura más dramática del continente. Los protagonistas son Sudán y Somalia. En ambos no existe un poder central que pueda mantener el orden fuera de los límites de las capitales nacionales (y en momentos ni siquiera eso). Las sucesivas guerras civiles en Sudán dejaron a la población a la intemperie, sobreviviendo en su mayoría en campos de refugiados creados por organismos internacionales de paz.

Asimismo, en Somalia se vive un descontrol similar, que grupos islámicos aprovecharon para tomar el poder. Por ejemplo, en zonas portuarias, asaltando barcos extranjeros que utilizan la ruta para trasladar mercadería, sin que nadie pueda controlarlos.

En el centro del continente se vive una extrema situación de fragilidad, en donde si bien los conflictos no han concluido, las realidades de Chad, Ruanda o el Congo han ido logrando una cierta calma, aunque inestable. Este proceso llega luego de los asesinatos de millones de africanos. Actualmente la región permanece bajo la tutela y la ayuda humanitaria de la ONU.

En el sur la fotografía muestra una Sudáfrica dispareja, ya fuera de las luchas interraciales, con su próspera capital de Johanesburgo, pero que a su periferia demuestra niveles altísimos de pobreza y exclusión. A pesar de esta realidad, en las últimas elecciones volvió a triunfar la supremacía del Congreso Nacional Africano, colocando en el poder a Jacob Zuma.

El conjunto de países que completan la región sur poseen débiles gobiernos abocados principal e ineficazmente contra el flagelo que el sida causa en sus naciones.

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